Angel Yáñez
Podría decirse que Angel Yañez se dedicó a la creación de moda venciendo un sinnúmero de obstáculos, incluso familiares. Emprendió los estudios de diseño (en la primera promoción de la Escuela Arturo Tejada) al escondido, contra la voluntad de su padre, Ángel David Yañez, a quien hacía suponer que estudiaba arquitectura.
Pese a esta oposición, consiguió llevar a cabo lo que se había propuesto y, entre un grupo de 70 mujeres, fue el primer hombre en graduarse de la Tejada. Luego empezó a trabajar, abrió una tienda en la zona rosa de Bogotá y tuvo la suerte de que sus diseños impresionaron muy positivamente al gran modisto venezolano Ángel Sánchez. Éste le propuso que se fuera a Caracas a trabajar con él y Yañez cogió al vuelo la oportunidad. Los años pasados en Venezuela -al lado de Sánchez primero v luego por su cuenta- representaron una experiencia enriquecedora desde todo punto de vista. Su trabajo, de alguna manera, dejó de ser localista y circunscrito, se abrió al mundo, y se volvió cosmopolita.
Viajó a dos verdaderos centros de la moda, París y Nueva York, y allí hizo cursos que, como él mismo declara, le ayudaron a depurar su estilo. «Aprendí mucho de las tendencias y de las distintas posturas entre los diseñadores. Yo, que había empezado como un creador barroco, me hice más sobrio, y ahora podría definirme como un diseñador clásico con toques románticos». Otro aspecto importante de su experiencia en el exterior fue el contacto con mujeres que realmente entendían de moda v sabían lo que querían.
No eran clientas pasivas, sino mujeres de gran gusto que le daban una verdadera retroalimentación a sus propuestas. Con ellas pude distinguir mejor lo que de original y novedoso había en mis diseños- gracias a ellas descubrí varias de mis marcas distintivas, como los encajes de cintas y lazos, que desde entonces nunca faltan en mis modelos, y los pequeños y sutiles detalles en joyería. Ambos son como una marca de fábrica». La juventud de Ángel Yañez permite vislumbrar muchos éxitos suyos en el futuro.
Hace apenas dos años regresó de Venezuela -cuando las dificultades de ese país le quitaron atractivo- y ahora Yañez, además de abrir su propia tienda en Bogotá, comercializa sus diseños en Estados Unidos: «Allí, una tienda muy exclusiva de ropa de mujer eligió uno de mis modelos para su aviso publicitario en Vogue. En esa boutique venden ropa de reconocidos diseñadores de alta costura, europeos y americanos, que me hayan escogido a mí para representarlos es un gran honor y, me parece, un buen auspicio.
De hecho, gracias a ello Yañez consiguió permear el exigente mercado americano y actualmente sus creaciones se venden en tres de las principales boutiques de Miami y Nueva York. Un diseñador clásico de toques románticos: o de otra forma podría definirse a Yañez. Emparentado por el gusto y la sutileza con Valentino y sobre todo con Geoffrey Benne -«el único intelectual de la moda»-, sus diseños conservan un tono entre nostálgico y evocativo de los años 50 y 60. «A mí particularmente me encanta el cine de esa época y, en cierto sentido, trato de reflejarlo en todo lo que hago.
Me gustan la sencillez, la liviandad v el esplendor en el vestuario de las grandes divas». Siempre atento a las tendencias internacionales y siempre con la ilusión y la tenacidad para abrirse nuevas puertas, es mucho lo que puede esperarse de las futuras colecciones de este joven diseñador colombiano. Sus éxitos locales e internacionales así lo anuncian.
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